También confieso que las he utilizado decenas de veces en mis cursos y seminarios, porque facilitan la comprensión de algunas temáticas que habitualmente se abordan en liderazgo, ya que llegan al corazón de los problemas, como sucede cuando el líder efectivo aplica las reglas de la inteligencia emocional en la relación diaria con su gente, no solamente cuando surge un problema. Demás está decir que hoy he elegido dos de ellas, pero podría ejemplificar con decenas.
En la famosa película en que Robin Williams interpreta a un profesor de literatura de un colegio privado de élite norteamericano, los alumnos entusiasmados con la metodología revolucionaria que aplicaba el profesor Keating, se reunían de noche a leer poesía en unos encuentros que denominaron “El Club de los Poetas Muertos”.
En el primer día de clase les explica con palabras simples pero que representan ideas contundentes, la importancia de la poesía.
“No leemos y escribimos poesía porque sea distinguido. Leemos y escribimos poesía porque somos miembros de la especie humana”.
“La medicina, el derecho, los negocios, la ingeniería, todos ellos tienen nobles propósitos y son necesarios para desarrollar nuestras vidas”.
“Pero la poesía, la belleza, el romance, el amor...estas son las cosas que nos hacen sentir vivos”.
Increíble pero eficaz metodología es la que aplica, cuando les dice a los alumnos que se suban a sus pupitres para ver el mundo desde otro ángulo. Que aprendieran a tener una VISIÓN DE LA VIDA. Que descubran la vida.
La metáfora que describe magistralmente el director Peter Weir, es que el profesor Keating termina enfrentándose al rector del colegio y a las rigideces de la sociedad americana de 1959, de alguna manera el “establishment” o sea las pautas culturales establecidas por una sociedad dominante, que no acepta de buena manera ni el cambio ni la imposición de nuevas reglas en la educación de sus hijos. Lo que uno de los grandes economistas y pensadores del siglo XX definiera con tanta agudeza y precisión en su obra “La cultura de la satisfacción”.
En la película “A civil Action” (Acción civil) John Travolta y Robert Duvall dan vida respectivamente a los abogados de la parte demandante y demandada. En un discreto pero agudo dialogo entre ambos, en los pasillos del Palacio de Justicia antes de entrar a la sala, el abogado que representa la parte demandada le pregunta a su colega de la parte demandante:
- ¿Por qué quiere llevar adelante este juicio?
- Porque quiero que se sepa la verdad.
- ¿La verdad?...pero si estamos en un Tribunal de Justicia….y Ud. puede buscar la verdad en cualquier otro sitio, menos en este.
En diferentes partes del filme, la voz en off explica detalles tan sorprendentes, como que las probabilidades de ganar una apelación son menores que las de éxito en la ruleta rusa. Por eso las acciones civiles que demandan millones de dólares de indemnización, se utilizan como medio para llegar a acuerdos extrajudiciales.
La moraleja que describe con maestría el director Steven Zaillian, es que la verdad que pretende que aflore el abogado de la demandante, solamente es posible con un bolsillo lleno de dinero y tiempo para aguantar años de proceso. O sea justicia…tal vez…y no se sabe cuándo.
Zaillian nos pone en escena la visión pragmática y escéptica de la realidad que nos rodea, a la que destripa sin contemplaciones. Autocrítica en el más estilo puro que la buena literatura siempre nos da. De ahí que el gran realizador Clint Eastwood haya afirmado en más de una ocasión: “si hay un buen libro (guión basado en una obra sólida) hay una buena película).
Los grandes autores de la cultura en general (cineastas, escritores, músicos, pintores, escultores, etc.) representan en cada época con sus obras, como si fuesen un espejo en el cual la sociedad debe mirarse. Y por más que a veces se pueda coartar la libertad de las expresiones artísticas con políticas inadecuadas, finalmente es la sociedad que con su aceptación y aprobación, nos permite tener visiones diferentes y aleccionadoras de la vida.
Si (
No(
