“Hay Festival Segovia” continúa ofreciendo interesantes encuentros entre periodistas y escritores en la que ya es su octava edición. En esta ocasión, el festival reunió a Javier Sierra y Agustín Paz para analizar los cambios que se han producido en el mundo literario con la expansión de las redes sociales e Internet.
La primera alteración viene dada por la posibilidad de estar en contacto con los lectores de manera directa a través de Twitter o Facebook. Javier Sierra reconoce que esto puede ser un arma de doble filo, ya que los escritores siempre se han caracterizado por estar encerrados en su torre de marfil, rodeados de un halo de misterio. Pero ahora el escritor, desde su cuenta, tiene la posibilidad de contar hechos cotidianos de su vida y acabar con el anonimato del que gozaba.
Agustín Paz, que se dedica al asesoramiento en marketing digital, afirma que los escritores se aproximan de forma diferente a las redes. Los menos son autosuficientes y gestionan sus perfiles. Pero por lo general, son los editores los que les sugieren que abran cuentas para dar a conocer su trabajo, con el respaldo de la editorial.
Muchos escritores consideran que las redes son un territorio hostil, al que hay que dedicar demasiado tiempo porque la actualización constante es la clave del éxito. Javier Sierra reconoce que fue su editor norteamericano el que casi le obligó a aparecer en ellas. Aunque cree que es una buena plataforma para incitar a la compra de libros, sumar seguidores no se traduce en ventas, pero “sirve para que el lector se acerque a tu esquema mental”.
Agustín también cree que las redes sociales fomentan el diálogo entre el autor y su público. El objetivo final es la venta de libros, pero el escritor debe utilizar su perfil para hacerlo de forma sutil, “sin spamear a sus seguidores”. La estrategia ideal sería combinar promoción, información y comunicación.
Javier cree que una de las bondades de las redes sociales es precisamente la posibilidad de interactuar con el lector. “Partimos de un universo virtual, pero la gran virtud es que puedes ir de ahí a lo físico”. Su cuenta de Twitter le sirve para compartir sus inquietudes en cada momento y para comprobar la repercusión que tiene su obra. Cada mención ayuda a que el autor sepa, por ejemplo, si un club de lectura dedicará una jornada a leer fragmentos de sus novelas. “En las redes te sientes Kissinger”, sentencia.
Pero también tienen sus contras. En Twitter, los tweets pueden ser leídos por todo el mundo, por lo que cada actividad que se programa no llega únicamente a la audiencia deseada. Agustín recuerda que Facebook sí permite la segmentación a través de la creación de eventos.
Javier Sierra considera que hemos aterrizado de golpe en esta realidad virtual, sin haber recibido una formación previa. Por ello, muchas veces es complicado gestionar las cuentas. En Twitter tienes que ser muy preciso, porque cualquier anécdota se puede distorsionar. “Escribí un tweet que decía “buscando el Santo Grial en Cuenca” y hasta mi editor me llamó por si estaba preparando un libro sobre ello”.
Tras situaciones como las que ha vivido Lucía Etxebarría, los editores empiezan a asesorar a los autores para que sepan cómo resolver este tipo de crisis. Por ejemplo, recomiendan no responder a tweets ofensivos porque, como afirma Javier, “la reacción que provocas puede ser apocalíptica”.
Por último, el escritor se mostró muy apesadumbrado por la desaparición de la figura del crítico literario y, sobre todo, del librero, que era una especie de preceptor que recomendaba al cliente libros que pudieran interesarle. “Ahora me encuentro más solo que nunca”, reconoce Sierra. Hoy en día son los blogueros y lectores de Amazon los encargados de puntuar las obras. Pero sus opiniones están muy polarizadas, se basan en factores personales y no son tan objetivas como las de un profesional. Ante esta proliferación de dictámenes en la red, lo único que se puede hacer es abogar por que prevalezca el criterio.