Antoni Gutiérrez-Rubí es asesor de comunicación pública y política desde hace más de 25 años. Su función es trabajar para que los políticos comprendan la sociedad en la que viven y puedan representarla correctamente. En su charla en el Museo ABC de Madrid, Antoni destacó la importancia del texto en la actividad política, fundamento de la legitimidad.
Hoy en día, esos textos se cuelgan en la red. La sociedad digital se compone de personas que comparten contenidos, ya sean enlaces, tweets o mails. Por lo tanto, hay cada vez más lectores y escritores. “Es un buen momento para las ideas y el que escribe”. Lo que está en crisis es el mercado editorial y periodístico, son los soportes, no la lectura en sí.
Para Gutiérrez-Rubí, nunca, en tan poco tiempo, se había conseguido reducir los objetos de tamaño y aumentar su potencia. Hemos pasado rápidamente del ordenador al iPhone y esto ha traído una serie de cambios en nuestros hábitos como lectores. Se está democratizando el acceso a la lectura y la escritura, lo que nos convierte en ciudadanos activos, que escriben sobre lo que hacen. Tener dispositivos en el bolsillo permite que el contar algo y compartirlo sea inmediato y fruto de una acción, no de una introspección.
Por lo tanto, los que creían que tenían el poder de la información, están en crisis. Decían: “nosotros damos las noticias”. Pero esto ha dado paso al “ahora las damos nosotros”, los usuarios de Youtube, de Facebook, de Twitter… Antes, el poder bebía de valores como la fortaleza, la estructura, la propiedad o la grandeza. Ahora son la agilidad, la creatividad, la comunidad, la rapidez y la red los atributos de los nuevos informadores.
“Todo lo que hoy emerge defiende otra manera de comunicar, con nuevas ideas”. Los nuevos actores políticos y sociales van acompañados de nuevas formas de comunicación, nuevas plataformas y medios para compartir ideas y acabar con una información protocolizada.
Y en estos momentos, ¿qué estamos leyendo? Lo que leemos son datos multiformato, textos que son algoritmos, códigos, fotografías…Contenidos de gran plasticidad. Esto cambia el tipo de lectura y narrativa, nos lleva a lecturas poliédricas, a textos con muchas capas de información.
Los medios están perdiendo su credibilidad, mientras que los usuarios están creando contenidos en tiempo real. Del lema de la CNN “está pasando, lo estás viendo”, al de Twitter: “está pasando, lo estoy haciendo”. Antes éramos espectadores, ahora somos actores. Ya no hay simplemente textos que nos ofrecen los medios de comunicación, donde la visión de las cosas es compacta y monocorde. Ahora conocemos una realidad fragmentada, no hay principio y final, todo son comas y punto y seguido. En cada plataforma y formato leemos algo y en diferentes momentos. La lectura se va enriqueciendo al leer fragmentos que se van cosiendo como retales para que cada uno cree una visión heterogénea y más rica de la realidad en la que vivimos.
Lo importante es escribir, contar las cosas. James Baldwin señalaba “escribimos para cambiar el mundo. El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas, y si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo”.
Escribir lleva a la gente a tomar conciencia de la realidad. Hoy todo lo que no se cuenta, es como si no estuviera ocurriendo. Y cuando hay alguien que lo lee, se crea comunidad. Ya no hay intermediarios que cuenten la realidad, puede hacerlo uno mismo al instante a través de distintos dispositivos. Si queremos una sociedad más justa y democrática, es mejor que haya más gente que escriba y comparta sus ideas. La sociedad será más fuerte y se creará una conciencia de lo colectivo.
“Hemos pasado de solistas a coros, pero esto permite que todo el mundo cante. Sientes que puedes “formar parte de”, que el “nosotros” es algo más de lo que conocías”. Por lo tanto, quizás la calidad de lo escrito ha sido sacrificada en favor de la masificación de textos, pero a la larga traerá consecuencias muy positivas.
Aunque dé la sensación de que lo que se escribe en la red es efímero, Gutiérrez-Rubí argumenta que es más bien al contrario: “que un tweet sea efímero no quiere decir que desaparezca. La fugacidad, algo que se fagocita en sí mismo, deja rastro digital. Serás en el futuro lo que has dejado en la red. Eso condicionará tu devenir, porque son rastros sólidos, muy resistentes, aunque sean rápidos. Son huellas digitales”. No existimos por lo que somos y de dónde venimos, sino que somos lo que decimos y hacemos. Lo que contamos.