La cuestión podría ser normal si no fuera porque la nota de prensa se ha colgado antes de la aclaración en varios medios de comunicación, algunos de primera línea. Quienes han realizado la nota de prensa me han dicho que yo he sido la única periodista que ha llamado para ampliar la noticia, y eso ha sido tres horas después de enviarla por correo electrónico.
No tacho a ninguno de mis compañeros de falta de profesionalidad. Todos estamos sometidos a una presión sin precedentes, y no es la relativa a la tradicional premura de la información. La llegada de Internet y las redes sociales ha pillado a los grandes medios de comunicación desprevenidos, y los ha conducido a la reconversión. El cruce con la crisis ha formado una tormenta perfecta con continuo descenso de la publicidad, despidos de profesionales, y bajada de precios en las colaboraciones periodísticas. A quienes quedan en los medios se les exige mucho más, y no solo porque sean menos. Deben realizar la información para el medio de cabecera,
y colgarla en su portal con los correspondientes linkeos y fotos, a veces videos.
A todo esto lo llaman el nuevo periodismo. A mi me parece que es querer llevar a los periodistas al esclavismo, o empeorar la calidad de la información. No me convencen quienes dicen que hay que trabajar distinto. ¿Es distinto colgar una nota de prensa sin firmar? Los lectores se merecen otra cosa. Eso, sin hablar del periodismo de investigación, o de la realización de reportajes. Tampoco me sirve la idea de que todos los expertos escriben en Internet, y se pueden poner opiniones en su boca.
No hubiera servido en el caso de hoy, a mi me ha costado cinco llamadas telefónicas, pocas veces se soluciona a la primera.
Me sobran los gurús del nuevo periodismo. Contrastar, ampliar y mejorar la información lleva tiempo, y eso solo para hacer una pequeña noticia. Colgar notas de prensa, pueden hacerlo las mismas secretarias de las empresas que las emiten. Dar nuestro enfoque por nuestra experiencia es correcto, pero para aprender debemos acudir a congresos, informarnos en muchas fuentes, hablar con expertos. Eso es tiempo, algo que las exigencias de las empresas periodísticas restringen cada vez más, y que a
los colaboradores no se les paga.
Los nuevos licenciados en periodismo multiplican su sabiduría en las docenas de master apellidados digitales o para especializarse en las redes sociales, con pingües beneficios para quienes los dan. Se olvidan de la esencia del periodismo, que es el único. Hacer información solvente, y eso solo sucede acudiendo directamente a varias fuentes para informarse de primera mano y contrastar la veracidad entre ellas. Lo demás es otra cosa.
Seguir en la línea que llevamos abre las puertas al periodismo ciudadano, o sea, algo que no es periodismo. Ese camino dejará vacío de contenido el derecho a la información recogido en la Constitución española. Para entonces estaré, afortunadamente, jubilada. Prefiero no verlo.
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