Pero Angry Birds no es una excepción, ya que la mayor parte de las aplicaciones, incluso las aparentemente más inofensivas como la que transforma el móvil en una linterna, recopilan información personal del usuario que, por lo general, incluyen su ubicación, su sexo y el número de identificación único del smartphone. Pero en algunos casos las aplicaciones pueden llegar a hacerse con listas de contacto e imágenes de las bibliotecas de fotos.
“The New York Times” señala que a media que Internet se vuelve móvil, los problemas de privacidad que generan las aplicaciones de teléfonos han abierto el debate sobre qué información se puede recoger, cuándo y por quién. Todos esos cambios tecnológicos han llevado a los consumidores a un área legal gris donde las protecciones de privacidad no han conseguido seguir el ritmo a la tecnología.
En febrero del año pasado, la fiscal general de California, Kamala D. Harris, llegó a un acuerdo con seis operadoras –Amazon, Apple, Google y Microsoft entre ellas- para que sólo vendieran aplicaciones móviles con políticas de privacidad que los consumidores pudieran revisar antes de descargar. Harris señaló que la mayoría de las aplicaciones móviles suelen aparecer sin ningún tipo de política de privacidad. El artículo del “New York Times” señala que simplemente la divulgación, en sí misma, es a menudo insuficiente y suelen ser más un descargo de responsabilidad por parte de la empresa que una elección.
De hecho, la inmensa mayoría de los usuarios simplemente hace clic en los permisos sin leerlos. Por eso, la Universidad Carnegie Mellon está desarrollando una herramienta de software llamada App Scanner que pretende ayudar a los consumidores a identificar los tipos de información que recoge una aplicación y con qué propósito.
En Europa, Bruselas está intentando imponer normas estrictas de protección de datos y ofrecer nuevas facultades legales a los consumidores. De esta forma, se obligará a las empresas web a obtener el consentimiento explícito de los consumidores para recopilar datos. La propuesta también daría a los consumidores la posibilidad de elegir qué información puede almacenar una aplicación sin perder la capacidad de utilizar ese software.
Pero todo eso no se llevará a cabo hasta finales de 2013 como pronto, por lo que se ha desatado ya una batalla en la que las empresas tecnológicas intentan debilitar esos requisitos, que podrían socavar sus ingresos por publicidad.