Cuelgo el teléfono a un periodista y amigo recién salido de la asamblea de trabajadores de su periódico, en el que se ha puesto en marcha un (otro) expediente de regulación de empleo.
Una vez más, nuestra conversación ha girado en torno a las dificultades de adaptación de la prensa a un ecosistema nuevo, caracterizado por lo digital y lo social en red, en el que la información es omnipresente y fluye a través de múltiples plataformas tecnológicas y en el que –terrible paradoja- la “carne” de periodista está más barata que nunca.
La reducción de la inversión publicitaria, la pérdida de credibilidad, las dificultades para dar con un nuevo modelo rentable de producción y distribución de la información, cuando no el simple desinterés de la ciudadanía por las noticias, son algunas de las razones que se aducen para explicar la situación actual.
Sombrío panorama en el que raro es el día que no nos despertamos con el cierre de algún medio o el despido de periodistas. Trabajadores que, a pesar de los pesares, siguen siendo fundamentales en la construcción de una sociedad democrática saludable.
La prensa se suicida todos los días a través de declaraciones de algunos máximos representantes de las empresas periodísticas o, con mayor frecuencia, con titulares y portadas que hacen dudar de la necesidad de que su existencia. Pero, más allá de esa extraña atracción por el abismo, la realidad es que el viejo modelo está agonizando pero nadie acaba de encontrar un sustituto que garantice la rentibilidad e influencia pasadas.
Algunas experiencias de cabeceras internacionales de prestigio aportan cierta esperanza pero los casos de éxito –quizás fugaces- no son siempre replicables en un país con uno de los más bajos índices de lectura de prensa de la Unión Europea.
Otras propuestas informativas que apuestan por la hiperespecialización e hiperlocalización se muestran viables, pero no parece ésa la vocación inicial de los “mass media”, aunque haya un interés creciente por explorar esa senda.
El periodismo ciudadano y la socialización de los contenidos ya se han incorporado a los medios y, en el balance de resultados, no parece que este fenómeno haya mejorado mucho sus perspectivas de futuro.
Las redes se muestran como una gran caja de resonancia pero, de momento, los medios no dan con la tecla de su monetización a pesar de constituirse en los principales nodos que agrupan las conversaciones en la plaza digital. Una plaza en las que una multitud comparte botellas de cerveza sin decidirse a entrar en cualquiera de los bares que la rodean y pagar por degustar una caña bien servida.
Cuestión aparte es la de aquellos medios que incorporan lo social a sus redacciones como vía de ahorro, enmascarando esta intención bajo palabras como participación, conversación, inteligencia global, ciudadanía, etc. Puede ser que, con el tiempo, ese simpático amigo que han invitado a casa ocupe su sillón favorito y se adueñe del mando a distancia del televisor. Si ellos no pagan por la información, ¿cómo pretenden que otros lo hagan?.
En próximas colaboraciones trataré de aportar alguna posible respuesta. Lo haré desde la óptica del humilde lector que nunca ha participado en una de las numerosas conferencias sobre el futuro del periodismo que salpican las agendas de actos sociales de nuestras ciudades. Tantas que a veces parece que hay más teóricos del periodismo que periodistas.
David Martínez Pradales
Comunicador Corporativo