En un editorial, el periódico La Nación tras asegurar que la venta de los medios audiovisuales de Hadad al empresario del juego, López, constituye un nuevo capítulo de la obsesión del Gobierno por controlar a los medios de comunicación, lanza la sospecha que ese pase de manos no se trató de un simple acuerdo entre dos hombres de negocios.
En efecto, el periódico va más allá del mero análisis de la estrategia de construcción del relato seguida por el matrimonio presidencial, al enlazar la venta de un grupo de medios exitosos comercialmente con la seguidilla de supuestos accidentes ocurridos sobre infraestructuras e incluso personas de confianza del periodista empresario, hechos que dimos cuenta en media-tics.
“Tuve que vender”. A partir de esa afirmación, que Hadad le habría hecho a uno de sus periodistas estrella de Radio 10, Oscar González Oro, La Nación comienza a desandar el camino que llevó a la compra por parte de López de los medios (salvo Infobae.com) de Hadad. “Esto da cuenta de alguien que no tenía en sus planes deshacerse de su grupo de emisoras”, deduce el diario en su editorial.
Pero, ¿qué sucedió para que la relación Hadad-Gobierno se desgaste? A nadie se le escapa que la relación entre ambos era de entera confianza. La pauta publicitaria, verdadero e infalible termómetro para medir el grado de amistad de la Administración con un medio, era muy generosa con el Grupo Hadad. ¿Entonces? La Nación asegura que Hadad dejó de ser visto por la Casa Rosada como un socio confiable. Ante esta afirmación, que no ponemos en duda, surge otra no menos preocupante: ¿Y desde cuando los periodistas son “socios” de los Gobiernos? Ese es tema para otro análisis.
¿Y si no lo son? Ahí vienen las dificultades, como lo explica La Nación: “Se trata, lamentablemente, de una percepción que muchos hombres de empresa tienen, paralela a los anuncios sin tapujos de funcionarios kirchneristas que se jactan de "ir por todo" y al desprecio que exhibió recientemente el oficialismo por los procedimientos previstos en la propia Constitución para apropiarse de las acciones de YPF”. Aún hay más. “La sensación de que cualquiera puede ser víctima de la persecución kirchnerista, traducida en continuos ataques a la libertad de prensa y en restricciones al comercio o al ejercicio de cualquier industria lícita, está más vigente que nunca”, sigue el periódico.
Como bien recuerda La Nación, esta peligrosa tendencia del Gobierno a escribir la realidad a través de sus medios afines tiene un límite que no puede comprar: el público. La prueba es que los medios que cayeron en manos del oficialismo sufrieron fuertes caídas de audiencia.
El relato oficial no atrae y menos aún vende, independientemente de quien lo escriba.
Si (
No(
