Es un tema solemne ya que la música en el siglo XIX y especialmente la alemana, estaba considerada como algo sagrado, como “el teléfono del mas allá” que acuñara Nietzsche y a la telefonía, en aquella época, se le consideraba como “un arte”. Hoy cada vez que un director de orquesta levanta la batuta, le está haciendo un homenaje a la música germana. (Alguien ha dicho que en la vida solo hay tiempo para escuchar a Bach, Mozart y Wagner, que son los BMW de la música, porque el ilustre Beethoven, solo viaja en Bentley!). Que la música y las telecomunicaciones tengan algo en común, me parece evidente, de hecho no son más que matemáticas aplicadas y conceptualmente hablando -permíteme esta licencia- no hay demasiada diferencia entre una octava (pitch) entendida como intervalo musical que separa dos sonidos cuya frecuencia fundamental tiene una relación de 2:1 y un octeto (byte) como una secuencia de 8 bits contiguos que determinan la unidad básica de información. Durante la segunda guerra mundial los aliados equipararon las primeras notas de la Quinta Sinfonía de Beethoven con la señal en código Morse para la letra V (de Victoria). Además, si entramos en Spotify encontraremos más de 200 títulos de canciones que llevan de forma explícita la palabra “teléfono” No es de extrañar que hace algún tiempo la BBC propusiera un concurso para averiguar sobre una pieza de J S Bach, cual era la versión auténtica, la interpretada por un músico moderno o la compuesta por un ordenador. En un cierto momento, a finales del siglo de las luces, ambas “artes” se benefician de una serie de innovaciones:
Por un lado, en 1876 con la patente por Graham Bell del teléfono (provenía de una familia irlandesa de madre sorda y tocaba el piano) y el consiguiente desarrollo de la telefonía, se rompe definitivamente con los viejos “cánones” de la telegrafía para entrar en el mundo de las redes de telecomunicación que han dado pie al nacimiento de las modernas infraestructuras que hoy disponemos, susceptibles de ofrecer servicios de movilidad y banda ancha y a la llegada de las denominadas redes de nueva generación.
Por el otro, con la llegada del nuevo siglo desaparece la música romántica para dar comienzo con Richard Strauss, Gustav Mahler y su protegido Arnold Schoenberg -pionero de la música atonal y de la música dodecafónica- a la edad de oro de la atonalidad que permitió expandir la veta modernista de la música del siglo XX hasta niveles de máxima complejidad, como ha sucedido con Internet y la telefonía móvil.
Es precisamente, en mayo de 1906 cuando se estrena dos grandes obras, precursoras de la música moderna en sendas ciudades emblemáticas:
• En Graz la opera Salome, un espectáculo disonante, que Strauss había creado y que los censores imperiales prohibieron representar en la Opera de Viena.
• En Essen, Mahler estrena su Sexta Sinfonía, en la ciudad siderúrgica sede de la famosa empresa Krupp a pesar de que el resultado sonoro no fuera forzosamente el mismo al fabricar cañones que componer sinfonías, (etimológicamente “con sonidos”, pero no tantos ! )
Recomiendo a mis lectores que escuchen serenamente estas dos obras vanguardistas para la época y descubran que con ellas empezaba el nuevo mundo de la música atonal. Una revolución parecida, sucedió en las TIC con la llegada de los microprocesadores, allá por los años 70. El compositor de esa nueva sinfonía digital no era otro que INTEL…
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