El Congreso Digital de Huesca ha dedicado buena parte de sus ponencias y debates a analizar la relación entre periodistas y políticos. ¿Cuáles son los principales cambios que se han producido en este ámbito?
Periodismo político
El trabajo de los informadores ha cambiado radicalmente desde la llegada de Internet y, fundamentalmente, las redes sociales. La periodista Esther Palomera es consciente de que esto ha supuesto un empeoramiento de la calidad de vida de unos profesionales que deben estar permanentemente conectados, incluso reconoce que las informaciones se han visto perjudicadas al primar la inmediatez sobre la calidad. Pero en términos generales, la llegada de las herramientas digitales tiene para ella una lectura positiva en lo que se refiere a facilitar la labor periodística.
Lucía Méndez, en cambio, es una de las voces más críticas con el mundo digital. En su opinión, las redes sociales han provocado que los periodistas mantengan una interacción excesiva con los políticos. Utilizar sus cuentas personales en Twitter para polemizar con los representantes públicos puede llevar a la audiencia a confundirles con ellos. Esther Palomera matizó que los políticos no utilizan las redes para hablar con los periodistas, sino para emitir sus mensajes directamente a los electores. El ejemplo más claro es el de Trump. Méndez también cuestiona que el periodista, convertido en una marca, se embarque en una competición con otros profesionales por ver quién consigue más seguidores. Al igual que tampoco le parece deseable que los usuarios comenten cada opinión emitida en un tuit, ya que pueden influir negativamente en el trabajo del informador.
Javier Casqueiro, corresponsal político de ‘El País’, sí se declara un enamorado de nuevas herramientas como Twitter, a pesar de que procede de la vieja casta periodística. En su caso, la democratización del periodismo ha sido enriquecedora porque ha permitido llevar el debate más allá de la redacción. Los actores externos son los que están permitiendo acabar con el sectarismo reinante al aportar nuevas ideas.
Los ponentes no quisieron perder la ocasión de comentar el comunicado de la APM denunciando el acoso de Podemos a periodistas. Para Palomeras, es necesario exigir que no se produzcan intromisiones políticas en el ejercicio del periodismo, pero en este caso cree que los periodistas denunciantes han pecado de “inmadurez” y que la asociación ha hecho “un pésimo ejercicio de periodismo” al no revelar el cómo, cuándo, dónde o quién. La periodista señala que PP y PSOE ejercen presiones sobre directores y propietarios de medios, pero un partido como Podemos no tiene esa capacidad “y atacan a la infantería”. Lucía Méndez resaltó que es la primera vez que este tipo de presiones saltan a la primera página de los diarios. En su opinión, Podemos está teniendo “dificultades objetivas para incorporarse al sistema institucional” y los medios “para entender el fenómeno”, por lo que la relación entre ambas parteses “tensa”. Méndez aseguró que “la APM y su junta directiva, a la que Jesús (Maraña) y yo pertenecemos, tiene un debate pendiente” para ver por qué este comunicado ha tenido tanto impacto o cuáles han sido las consecuencias para la credibilidad de la asociación.
Casqueiro en cambio no tiene dudas sobre la veracidad de las acusaciones contra Podemos. El periodista afirma que nunca había visto que desde la dirección de un partido se pusiera en marcha una campaña de ataques a un grupo concreto de periodistas que cubren sus actos. Pero el error es que el debate se centre en el comunicado de la APM o en si ‘El País’ ha llevado en portada esta información. Desde el público plantearon la cuestión de si esos periodistas hubieran realizado la denuncia si el que ejerciera la presión fuera otro partido político. Palomera asegura que ya ha habido denuncias en otras ocasiones, pero entonces la APM no realizó un comunicado que sin duda ahora ella aplaude. Como miembro de la junta de la asociación, Jesús Maraña confirma que él habría defendido igualmente a los compañeros que pidieran amparo, pero preguntándoles dónde estaban sus empresas y sus directores para defenderles.
Comunicación política
En la ponencia con los asesores políticos, Antoni Gutiérrez-Rubí se remontó a la obra ‘1984’ de George Orwell para hablar de tecnopolítica. El libro “reflexiona sobre la neolengua, las sociedades vigiladas y la capacidad que tiene el poder político para moldear las sociedades a través del lenguaje”. Sin duda temas tan de actualidad que las ventas del libro se han disparado con la llegada de Donald Trump y hasta ‘The New York Times’ recomienda su lectura para comprender la victoria del magnate.
Orwell anticipó la llamada ‘verdad alternativa’ y casi 70 años después el Diccionario de Oxford ha elegido ‘posverdad’ como palabra del año. En pleno 2017, ‘The Washington Post’ ya ha identificado 194 alegaciones falsas o engañosas de Trump según un cómputo diario realizado durante 45 días desde que fuera elegido presidente. El único día que no mintió fue el 1 de marzo y hay días que llega a una veintena de mentiras. Según este estudio del ‘Post’, las falsedades no son fruto del momento: la mayoría forma parte del discurso elaborado previamente por su equipo.
Antoni considera que la victoria de Trump le ha servido a él personalmente para “ser más humilde, tener más dudas y prepararse mejor”, pues reconoce que había menospreciado al adversario desde una pretendida superioridad moral. Eso sí, a partir de ahora cree que hay que seguir investigando cómo ha conseguido el magnate llegar al poder. De la misma opinión es el consultor Daniel Ureña, que considera que Trump “ha puesto patas arriba” las lecciones aprendidas en comunicación política. Para una mujer como Verónica Fumanal, el hecho de que haya ganado un candidato con un discurso machista supone “un retorno a liderazgos muy masculinizados, testosterónicos”, con personas que “no preguntan, afirman” y cuyo discurso está lleno de demagogia y de mentiras (ella reniega del término ‘posverdad’).
Antoni considera que el populismo ha sabido recoger el ansia de venganza de los ciudadanos contra las élites en tiempos de crisis y proponerles soluciones simples a problemas complejos. Y es en ese contexto donde “el duro, el fuerte, el excesivo, el exagerado, el mentiroso, tiene campo”. Por su parte, Ureña cree que hay “un sentimiento generalizado de orfandad desde el punto de vista del liderazgo político”, con candidatos que reivindican que no son políticos.
Verónica aseguró que la comunicación política actual se basa en el cortoplacismo y hay muy poco tiempo para la reflexión. Los medios demandan información 24 horas al día y lo que ocurrió por la mañana ya no sirve, es pasado. La sociedad busca soluciones instantáneas y confiaba en que la nueva política se las daría. Pero la realidad, señala, es que realizar los cambios estructurales que necesita el país lleva tiempo. Antoni añadió que las democracias no solo necesitan tiempo, sino también algo de previsibilidad, que con un dirigente como Donald Trump se ha perdido por completo.
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